RSS

Archivo de la categoría: Modernidades

Nihlismo y eterno retorno

Nietzsche adopta al respecto una posición que podríamos llamar «histórica». El nihilismo debe ser enfrentado de la única manera vitalmente aceptable: debe ser asumido y superado. Pero la asunción no significa la simple aceptación de esa nada, sino la transformación de las condiciones del sentido, de lo que vale: una trans-valoración. Hay que pensar el nihilismo hasta su ráiz: que no sólo se haya hundido lo transensible, sino también que lo sensible haya quedado huérfano del concepto mismo de verdad. ¿Cómo habría que asumir lo sensible sin hacer referencia a algo transensible?, ¿cómo se puede pensaar sin que eso suponga oponerse a vivir y cómo se puede vivir sin lo transensible? En resumen: ¿cómo se puede pensar y vivir sin Dios? Lo que se contrapone de esta forma es el pasar y el permanecer. La renuncia a la vida implica esta distinción: lo que pasa, lo presente, no tiene propiamente sentido, pues éste se encuentra «más allá». Lo que hay que asumir es, pues, que el devenir es el ser y no el devenir del ser. No hay que entender el ser como un sentido que se encuentre por encima del devenir, ni tampoco como el sujeto oculto de éste. Se trata de colocars en la perspectiva de una radical horizontalidad, lo que conlleva evitar la construcción de una nueva metafísica. El pensamiento transvalorador debe abordar el devenir como si éste no estuviera reclamando un ser, una regla, una ley o norma que le diera consistencia, lo que implica la disolución de todo orden de sentido y de toda finalidad, así como la adopción de un punto de vista desde el cual el pasar es siempre-ya-haber-pasado y siempre-haber-de-retornar. Con estas palabras podría ser enunciado eso que Nietzsche llama «el eterno retorno» y que no es una teoría sobre la historia que remite ésta a una regla, sino la asunción misma del nihlismo –en realidad, hay que guardarse también de la propia historia.

Román Cuartango, Filosofía de la historia. Lo propio como tierra extraña, Montesinos, pp. 120-121.

rusiñol jardinesdearanjueznx1

 
3 comentarios

Publicado por en enero 19, 2016 en Materiales, Modernidades

 

Etiquetas: , , , , ,

Bibliografía sobre Filosofía de la Historia | La Era de Hobsbawm

Un enlace a una bibliografía sobre filosofía de la historia muy completa que he encontrado por la red:

https://laeradehobsbawm.wordpress.com/bibliografias/bibliografia-sobre-filosofia-de-la-historia/

 
Deja un comentario

Publicado por en noviembre 13, 2015 en Bibliografías, Modernidades

 

Etiquetas: , ,

«La eunomía de Solón y su herencia ilustrada» (Revista Tales 5, 2015, 188-201)

Me publican en la Revista Tales un artículo realizado a partir de la conferencia que leí en el VI Congreso Internacional de Jóvenes Investigadores en Filosofía (UCM, 2013). Aquí tenéis el enlace y el abstract.

Resumen: El proyecto político de Solón responde a un cuestionamiento “teórico” de la estructura de la pólis griega que, enredada en su anterior planteamiento, se veía abocada a una ruta tiránica clara. La eunomía, en cuanto programa constitutivo de la pólis griega, aparece aquí dependiente de un particular acto “teórico” que, desde una posición atópica respecto de las partes, es capaz de hacerlas comparecer como tales, como una estructura conflictivo-relacional. Se entiende así que el proyecto político igualitario de la Ilustración haya fijado su mirada en la edad antigua, reclamándose imaginariamente herederos directos de la civilización griega y de sus “ideales”. El presente trabajo busca medir esa filiación con vistas a esclarecer ambos proyectos.

Ver artículo «La eunomia de Solón y su herencia iiustrada»

Meidner la ciudad en llamas

Anteriores post relacionados:

 

Etiquetas: , , , , ,

Definición, arbitrariedad e historia

Y si quisiéramos expresarnos de una manera aún más exacta (y ésta sería, paradójicamente, la única definición exacta) tendríamos que decir que ni de nosotros ni del resto de los seres hay definición que no sea de algún modo arbitraria, ya que delimitamos temporalmente «cosas» que son procesos históricos. El radio se hace lentamente plomo. En la estúpida y redonda mirada del lémur de lo que hoy ha devenido Madagascar se está fraguando de un modo oscuro la penetrante visión (en todos los sentidos del término) de Newton, inclinado sobre su telescopio de reflexión.

F. Duque, Filosofía de la técnica de la naturaleza, Madrid: Tecnos, 1986, p. 65.

Magritte Los compañeros del miedo

Anteriores post relacionados:
La definición como instrumento heurístico

 
Deja un comentario

Publicado por en diciembre 23, 2014 en Hermenéutica, Materiales, Modernidades

 

Etiquetas: ,

Las robinsonadas modernas

Extractos de Miguel Morey, El orden de los acontecimientos:

«Según se desprende de todo esto, debería decirse que la época moderna parece reconocer en Robinsón el marco narrativo o paradigma de verosimilitud que permite arropar las verdades positivas de la pedagogía, la economía o la política. Es así situación ideal, con su propuesta del grado cero que representa el solitario en su isla, para que las verdades positivas de lo que son las cosas se encuentren legitimadas narrativamente por la determinación última del sentido del pasar de las cosas que pasan. Lo que le ocurre a Robinsón en la isla, y el modo como determina eso que le ocurre, serán así ocasión para que las verdades positivas se traben de tal modo como para constituir una unidad de funcionamiento que sature el todo de la realidad. Y si ello es posible, se debe al modo encubierto como el relato de Defoe es relato — por su pretendido carácter aliterario: lo que Robinsón finge presentarnos, no es el despliegue de una conciencia empírica intentando determinar el qué de lo que ocurre o el sentido del problema que el pasar de las cosas que pasan en la isla le impone, sino los protocolos del sentido común tratando de reducir a hechos y acciones todos los acontecimientos que le rodean; tratando de responder a un problema ya determinado y de una vez por todas. Si Robinsón puede ser modelo es por el modo oculto como el saber narrativo se despliega en él a través de una voz blanca, por el modo como parece que no presenta más fabula que la obvia: la del sentido común — por el modo como el héroe se nos presenta en la situación de saturar toda su conciencia por el sentido común. Al colocar a Robinsón Crusoe en su aislada soledad, Defoe está sentando el «érase una vez…», el lugar originario de sentido que dará máximo valor a los trabajos de reducción positiva de todo acontecer al funcionamiento de la verdad de los hechos. Henos aquí, pues, ante otra dirección completamente distinta del saber narrativo: de cómo los saberes positivos se convirtieron en fábula».
(pp. 105-106)

«Las cosas que pasan tiene siempre un único e inequívoco sentido que es imposible ni soñar en cuestionar o desplazar: es la verdad de su funcionamiento. Nada hay pues que tenga que ver con el asunto del pensar. Reducir el pasar de las cosas a hechos y responder mediante acciones a la medida de estos hechos será así toda su tarea. Que las cosas que le ocurren le ocurren precisamente porque ser las cuenta como se las cuenta, es algo que Robinsón no alcanza a sospechar. Es evidente que las cosas son, y que son independientemente de cómo se las cuenta — y si se las cuenta de este modo y no de cualquier otro es porque son así. Todo el lugar de la conciencia empírica va a ser ocupado por el sentido común — y lo que la robinsonada nos va a mostrar es qué horizonte de sentido se despliega cuando las verdades del sentido común pretenden articular narrativamente la trama de la conciencia empírica: el paradigma obcecado que forman la verdad de los hechos y su globalización en una unidad de funcionamiento que pretende hacerse pasar por el todo del sentido.
»Y es por ello que la aventura de Robinsón es mucho menos obvia, natural o razonable de lo que pretende — mucho menos ejemplar de lo que se cree. Y ello desde el principio mismo: desde el diseño inicial de la situación del solitario en su isla. Porque si bien el grado cero desde el que se levanta la aventura civilizadora de Robinsón parece dotar al mito de un fecundo valor modélico, sin embargo tal vez no hayamos reparado suficientemente en que pocas situaciones hay que menos puedan proponerse como modelo moral, económico, social o pedagógico que la del solitario en su isla. ¿En virtud de qué presupuesto la situación del náufrago en su isla puede llegar a ofrecérsenos como modelo de sociabilidad — por ejemplo?
(…)
»Deberíamos, en definitiva, volver sobre nuestros pasos e interrogar el sentido de lo que el mito de Robinsón nos propone. Preguntarnos si de verdad las aventuras de Robinsón en su isla son, como repetidamente se ha pretendido, una exacta manifestación de lucidez y sentido práctico. Si de verdad lo que nos cuenta es tan obvio, tan natural, tan razonable. Preguntarnos, en definitiva, por esa curiosa soberanía que Robinsón representa: donde el destierro se transfigura en propiedad, la libertad se piensa como aislamiento, y la sociedad de hombres libres se piensa como un agregado de hombres solos — en donde no es posible pensar la existencia sino como trabajo. ¿Son ésas las promesas del sentido común cuando se hace cargo de la cuestión del sentido de nuestra existencia?
»Deberíamos, en fin, cuestionar esa soberanía sometida que, de tan confusa como es, hace exclamar al propio Robinsón: «…el 6 de noviembre, en el sexto año de mi reinado, o de mi cautiverio, como se quiera…»»
(pp. 112-114)

bocklin-nymphs-bathing

Anteriores post relacionados:
Filosofía y narración
El Quijote, la novela y la modernidad
Masa y acuerdos mutuos, según Arendt
La novela y la hermenéutica
El conocimiento científico y la exigencia de la filosofía (K. Jaspers)
Hermenéutica y nihilismo

 
Deja un comentario

Publicado por en diciembre 25, 2013 en Materiales, Modernidades

 

Etiquetas: , , , ,

Reseña «Vattimo contra la realidad» (Cuaderno de Materiales 25, 2013)

He publicado en el número 25 de Cuaderno de Materiales una reseña sobre el libro de Gianni Vattimo «De la realidad. Fines de la filosofía», que nos envío muy amablamente la editorial Herder. Os pongo el enlace por aquí:

«Vattimo contra la realidad», reseña de G. Vattimo, De la realidad. Fines de la filosofía, Barcelona: Herder, 2013.

Para ver el número 25 entero de la revista pulsar aquí.

bocklin

Anteriores post relacionados:

Reseña «Quince lecciones sobre Platón»

 
1 comentario

Publicado por en diciembre 16, 2013 en Hermenéutica, Modernidades, Proyectos, Publicaciones

 

Etiquetas: , , , ,

Cuerpo y espíritu, según Bataille (minipost)

La actitud humana respecto al cuerpo es, por otra parte, de una complejidad aterradora. Es la miseria del hombre, en tanto que es espíritu, tener el cuerpo de un animal, y a ese respecto ser como una cosa, pero es la gloria del cuerpo humano ser el sustrato de un espíritu. Y el espíritu está tan unido al cuerpo-cosa, que éste no deja nunca de verse asediado por él, no es nunca cosa más que en último extremo, hasta el punto de que, si la muerte le reduce al estado de la cosa, el espíritu está entonces más presente que nunca: el cuerpo que le ha traicionado le revela más que cuando le servía. En cierto sentido, el cadáver es la más perfecta afirmación del espíritu. Es la esencia misma del espíritu la que revelan la impotencia definitiva y la ausencia del muerto, lo mismo que el grito de aquél a quien matan es la afirmación suprema de la vida.

G. Bataille, Teoría de la religión, Taurus, pp. 43-44.

 
Deja un comentario

Publicado por en junio 20, 2013 en Materiales, Modernidades

 

Etiquetas: , ,

Santiago Alba Rico, «¿Cuánto vale la vida humana?»

(Reproduzco aquí el artículo de Santiago Alba Rico «¿Cuánto vale la vida humana?», publicado recientemente en Rebelion.org, de las cosas más razonables que he podido leer últimamente.
En el siguiente enlace puede consultarse el original: S. Alba Rico, «¿Cuánto vale la vida humana?»)

¿CUÁNTO VALE LA VIDA HUMANA?

¿Cuánto vale una vida humana? Una forma de calcularlo es la que utilizaron los abogados de la multinacional Union Carbide para fijar las indemnizaciones a las víctimas del desastre de Bhopal en 1984. Si la renta per capita de la India es (lo era en ese entonces) de 250 dólares mientras que la de los EEUU supera los 15.000, podemos concluir que el valor medio de una “vida india” es de 8.300 dólares mientras que el de una “vida estadounidense” asciende a 500.000. Las casas de seguro utilizan habitualmente este tipo de evaluaciones para aumentar sus márgenes de beneficios. Otra posibilidad, que juzgamos más bárbara, es la de esos sistemas “primitivos” de equivalentes que llamamos “venganza”. La forma más extrema es el Talión (“ojo por ojo, diente por diente”), aunque hay otras más benignas en distintos pueblos de la tierra que permiten cambiar una vida humana por cuatro ovejas o la pérdida de un miembro por un pedazo de tierra o una mujer en edad fértil.
En definitiva, cuando calculamos el valor de la vida humana solemos recurrir a “expresiones dinerarias”; es decir, a formas contables exteriores mediante las cuales tratamos de asir una cantidad inconmensurable: dinero, ganado, mercancías. Pero, ¿cuál es el valor del dinero, el ganado y las mercancías?
Como sabemos, David Ricardo y Adam Smith fueron los primeros en formular en el molde de una ley una relación que todos los pueblos aceptaban intuitivamente en sus trueques y mercadeos: la que asocia el “valor” de un objeto a una determinada combinación de Tiempo y Trabajo. Luego, Karl Marx afinó esta formulación sustituyendo “trabajo” por “fuerza de trabajo” e identificando el valor de una mercancía con “el tiempo socialmente necesario para su producción”. A partir de ahí Marx dedujo una forma objetiva y paradójica de explotación, independiente de los latigazos y los capataces, escondida en una cifra positiva y apetecible: el salario. Marx nunca olvidó la condición previa (“la fuente de toda riqueza es la naturaleza y no el trabajo”, corrigió a sus compañeros en el Programa de Gotha), pero digamos que elevó a categoría “científica” una cenestesia subjetiva elemental: la de que un objeto vale tanto más cuanto más tiempo y esfuerzo hemos dedicado a elaborarlo o fabricarlo.
El problema estriba en saber cuánto vale la mercancía llamada “fuerza de trabajo”; es decir, la vida humana trasladada al objeto. Para eso, Marx aplicó la lógica valor/trabajo y demostró que si una mercancía vale tanto como el trabajo socialmente necesario invertido en su producción, la “vida humana” vale tanto como el conjunto de las mercancías indispensables para su (re)producción: pan, calzado, un lecho, todo lo necesario, en fin, para renovar las energías físicas del trabajador, de manera que esté en condiciones, todas las mañanas, para emprender una nueva jornada laboral. El hecho de que el capitalismo (no Marx) calcule de esta manera el valor de la vida humana plantea un doble dilema, uno ético y otro lógico. El ético parece evidente, pues este “cálculo” (el de las mercancías básicas que permiten la reproducción de una vida desnuda) trata al ser humano como si fuera una mercancía más. Pero ilumina también una paradoja, en la medida en que esa mercancía se diferencia de las otras mercancías en que es la única cuyo valor se define estrictamente en el mercado. En efecto, mientras que el valor -digamos- de una mesa o de un carro procede de la “fuerza de trabajo” humana invertida en su producción (que es una “fuerza” exterior añadida a los procesos productivos), el valor de esa “fuerza” se fija en relación con las mercancías que ella misma ha producido.
Pero esta paradoja responde de algún modo a la pregunta fundamental: ¿no tiene el ser humano ningún valor propio, ningún valor autónomo? El capitalismo le reconocerá uno: precisamente su capacidad para “valorizar”, a través de la combinación tiempo/trabajo, la materia muerta o, lo que es lo mismo, para producir riqueza capitalista. La “fuerza de trabajo” es una mercancía peculiar que, lejos de consumirse con el uso, añade valor a las mercancías que produce. El resultado, lo sabemos, es que esta potencia mágica del ser humano para dar valor se traduce, en condiciones de explotación de clase, en una desvalorización radical del ser humano. Cuanto más valoriza lo que toca, más se desvaloriza él mismo y al final, precisamente porque es la fuente de todo valor, es la única mercancía que no vale nada. O sólo 8.300 dólares, como en el caso de los trabajadores indios asesinados por la Union Carbide.
En todo caso, creo que debemos renunciar a demostrar el valor autónomo de la vida humana. Si el ser humano vale algo debe de ser sin duda, al igual que en el caso de los objetos que produce, por algo que se le ha hecho a él . Los propios cristianos aceptan esta lógica como principio ontológico al identificar el carácter “sagrado” de la vida humana con un “trabajo” de Dios: un trabajo liviano, es cierto, completado en pocos días, pero que convierte la vida humana en un “producto divino”. ¿Y los ateos? Para los que no creemos ni en Dios ni en los cálculos capitalistas, ¿el ser humano no vale nada? El resultado de una sucesión de azares, de una acumulación de contingencias geológicas y químicas, ¿podrá ser destruido sin remordimientos ni pesar una vez se revele económicamente no rentable su existencia?
No, el ser humano tiene un valor inmenso y lo tiene, en efecto, porque es el resultado de un trabajo. Pero de un trabajo realizado fuera y antes del mercado; de un trabajo que han hecho siempre o casi siempre las mujeres: los cuidados. El cuerpo humano no es sagrado sino frágil y su fragilidad lo convierte en un objeto -lo contrario de una mercancía- cuya supervivencia depende de la atención ajena. Si no se puede matar sin horror a un ser humano, si su existencia es irreemplazable no es porque el ser humano tenga la capacidad de valorizar la materia muerta sino porque ha sido valorizado, despertado a la vida, por otro ser humano que casi siempre es una “mujer”: ha sido alimentado, limpiado, peinado, curado, acariciado, protegido por otras manos, en un trabajo entre cuerpos del que se desprende ese valor incalculable, inasible, sin equivalente, sobre el que se levantan la ética y el Derecho.
No cuidamos, en fin, los cuerpos humanos porque tengan valor sino que, al contrario, adquieren valor en la medida en que los cuidamos y los tocamos y los miramos; en la medida, en definitiva, en que los trabajamos. Por eso quizás hay más maltratadores masculinos que femeninos y por eso quizás hay tantas mujeres prisioneras de sus verdugos: porque es casi imposible no querer a aquél al que has lavado los calcetines y preparado la comida, aunque te maltrate, y es casi imposible querer, y casi imposible no maltratar, a quien has mirado poco, tocado mal y cuidado nunca. Es esto lo que une, en una intersección de paradójico desprecio, al capitalismo y al patriarcado: pues el capitalismo desvaloriza al trabajador que valoriza todas las mercancías y el patriarcado desvaloriza a la trabajadora que valoriza todos los cuerpos. Por eso, si es que queremos conservar la riqueza y la dignidad humanas (cuya fuente es una combinación de Trabajo y Tiempo) debemos librar una lucha doble y simultánea a favor de la independencia económica y de la dependencia recíproca.
¿Cuánto vale un ser humano? El tiempo que hemos trabajado en él. A eso los cursis lo llaman “amor”.

Santiago Alba Rico.

Kahlo Raices

Anteriores post relacionados:
El capitalismo y Hannah Arendt, 03-09-2011.
El deseo abstracto (Freud y Marx: el Anti-Edipo), 26-12-2011.
“Marx on Aristotle”. Seguido de “Pardo on Marx on Aristotle”, 22-02-2012.

 
2 comentarios

Publicado por en abril 7, 2013 en Materiales, Modernidades

 

Etiquetas: , , , , ,

Karl Marx, 130 años

A 130 años de la muerte de Karl Marx las cosas no han variado demasiado: subsunción de la política por la economía, diferenciación jurídico-social de clase, de sexo y de raza, adoctrinamiento masivo, etc. Rescato aquí una frase, de tantas, de El Capital que se escucha con igual actualidad hoy día que cuando fue escrita:

La misma conciencia burguesa que celebra la división manufacturera del trabajo, la anexión vitalicia del obrero a una operación parcial y la subordinación incondicional de los obreros parciales al capital como una organización del trabajo que acrecienta la fuerza productiva de los mismos, denuncia por eso con igual vigor todo control y regulación sociales y conscientes del proceso de producción, control y regulación en los que ve un cercenamiento de los sacrosantos derechos de propiedad, de la libertad y de la “genialidad” –que se determina a sí misma– del capitalista individual. (Kap. I, 4ª, XII, 4)

Y aquí, un diseño que hice sobre la actualidad marxiana, para estampar en camisetas o portar en manifestaciones.

Marx Veis

 
Deja un comentario

Publicado por en marzo 14, 2013 en Materiales, Modernidades, Otros

 

El conocimiento científico y la exigencia de la filosofía (K. Jaspers)

En la ciencia de la naturaleza todo lo subjetivo —-desde las cualidades sensibles, pasando por el espacio y tiempo intuitivos, hasta las representaciones ejemplares de la materia-— ha caducado en favor de un saber no intuitivo expuesto en ecuaciones matemáticas, continuamente referidas a lo medible, por medio de las cuales se procede a la comprobación y refutación. Se ha conseguido un conocimiento y un poder jamás esperados. Pero en todo ello se ha perdido la substancia de la naturaleza, el mecanismo unívoco o la vida universal; perdido está el mundo en sí, y lo que queda es la infinitud de lo que en el mundo se presta a la investigación. Todo conocimiento es particular. La unidad universal de la legalidad natural conseguida hoy denota, precisamente en su universalidad, nada más que aspectos particulares del ser del universo y en modo alguno un conocimiento del mundo en su totalidad.
(…) Se plantea la pregunta ¿en qué sentido podemos llegar, otra vez, a terreno firme desde un punto de vista filosófico?
En ningún caso lo conseguiremos por medio de un saber acerca de algo; pues todo cuanto aprehendemos como objeto, considerándolo luego como el ser, está en el mundo y no es el mundo; está en el ser y no es el ser. En la situación de intelección crítica en que nos hallamos, tenemos que liberamos de creer que en cualquier objeto, en cualquier sistema, poseemos el ser.
Pero tal liberación no basta. Caeríamos en el vacío, si sólo tuviéramos el conocimiento científico. Consciente o inconscientemente, de hecho siempre nos dejamos sostener por xin saber fundamental. Nadie vive sin un saber fundamental, ya sea pensado oscuramente y por un instante, de una manera caótica y variando como un caleidoscopio, ya sea que se torne conscientemente claro y seguro, dentro del orden de continuidad de una actitud interna.

K. Jaspers, «Situación actual de la filosofía» (Actas Primer Congreso Nacional, Mendoza, Argentina, 1949)

the-two-fridas-1939.jpg!Blog

Anteriores post relacionados:
Hermenéutica y nihilismo, 21-02-2011.

 
Deja un comentario

Publicado por en febrero 23, 2013 en Hermenéutica, Materiales, Modernidades

 

Etiquetas: , , , ,