«En primer lugar, quiero hacerle justicia a esta ontología de la comprensión, antes de decir por qué propongo seguir un camino más indirecto y más trabajoso, que ya ha sido iniciado por las reflexiones lingüísticas y semánticas. Si comienzo por este acto de ecuanimidad con respecto a la filosofía de Heidegger, es porque no la considero una solución adversa; su Analítica del Dasein no es el otro término de una alternativa que nos obligaría a elegir entre una ontología de la comprensión y una epistemología de la interpretación. La vía larga que propongo también tiene por ambición dirigir la reflexión al plano de una ontología; pero lo hará gradualmente, siguiendo las exigencias sucesivas de la semántica (parag. 3) y, luego, de la reflexión (parag. 4). La duda que planteo al final de este párrafo se extiende sólo sobre la posibilidad de hacer una ontología directa, sustraída desde el comienzo a toda exigencia metodológica y, en consecuencia, también sustraída al círculo de la interpretación, del cual ella misma hace la teoría. Sin embargo, es el deseo de esa ontología el que mueve la empresa aquí propuesta y el que le permite no empantanarse en una filosofía lingüística a la manera de Wittgenstein, ni en una filosofía reflexiva de tipo neokantiana». (p. 12)
«¿Por qué esta retirada frente a la Analítica del Dasein? Por las dos razones que expongo aquí: con la manera radical de interrogar de Heidegger, los problemas que pusieron en marcha nuestra investigación no sólo permanecen irresueltos, sino que además se pierden de vista. ¿Cómo dar, preguntábamos, un organon a la exégesis, es decir, a la inteligencia de los textos? ¿Cómo fundar las ciencias históricas frente las ciencias de la naturaleza? ¿De qué modo arbitrar en el conflicto de las interpretaciones rivales? Estos problemas no son considerados por una hermenéutica fundamental; esto es así de manera intencional: esta hermenéutica no está destinada a resolverlos, sino a disolverlos; de hecho, Heidegger se negó a considerar cualquier problema particular referido a la comprensión de tal o cual ente: quiso reeducar nuestro ojo y reorientar nuestra mirada; quiso que subordináramos el conocimiento histórico a la comprensión ontológica, como una forma derivada de una forma originaria. Pero no nos ofrece ningún medio para demostrar en qué sentido la comprensión propiamente histórica se deriva de esta comprensión originaria. ¿No será mejor, de aquí en más, partir de las formas derivadas de la comprensión, y mostrar en ella los signos de su derivación? Esto implica que tomemos su punto de partida en el plano mismo en que la comprensión se ejerce, es decir, en el plano del lenguaje.
»Esta primera explicación conduce a una segunda: para que el desplazamiento del comprender epistemológico al ser que comprende sea posible, sería necesario primero poder describir directamente –sin preocupación epistemológica previa– el ser privilegiado del Dasein, tal como está constituido en sí mismo, y luego recuperar la comprensión como uno de estos modos de ser. La dificultad de pasar del comprender, como modo de conocimiento, al comprender como modo de ser, radica en esto: la comprensión que resulta de la Analítica del Dasein es la misma comprensión por la cual y en la cual el ser se comprende como ser. ¿Acaso no es nuevamente en el lenguaje mismo donde debe buscarse la pauta de que la comprensión es un modo de ser?
»Estas dos objeciones contienen al mismo tiempo una proposición positiva: sustituir la vía corta de la Analítica del Dasein por la vía larga iniciada por los análisis del lenguaje». (pp. 15-16)
P. Ricoeur, El conflicto de las interpretaciones, FCE.
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–Lenguaje y razón, 08-04-2011.
–Trascendentalidad, epagogé, hermenéutica, 18-05-2011.
–Hegelianismo hermenéutico, hermenéutica hegeliana, 28-07-2011.