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Notas preliminares sobre el «elogio de Sócrates».

09 Mar

–El diálogo entero está presentado en un complicado aparato narrativo cuya importancia no hay que desestimar. Uno de los rasgos que lo caracterizan es el énfasis por la presencia de la figura del narrador «último», es decir, el «testigo» de las conversaciones.

–La intervención de Alcibíades inaugura la parte «dionisiaca» –llamemosla así– de El Banquete, en contraposición al bloque «apolineo» –por seguir con la imagen– precedente, compuesto por los discursos de los asistentes. La seriedad y la moderación rigen los últimos, la desmesura y el carácter lúdico a la primera. No sólo la llegada de Alcibiades tiene un tono «cómico», también al finalizar el «elogio» los allí presentes estallan en risas (cfr. la risa de Glaucón en La República).

–El «elogio» es una caracterización, un intento de mostrar aquello que es el elogiado. En este caso, la figura es Sócrates, no sólo el que acaba de hablar, que también, sino el «personaje» que pone en marcha el proceso del diálogo. En cierto modo, aquí se habla del diálogo mismo. De hecho, los lógoi sokratikoí son indistintamente los «discursos» o «conversaciones» de Sócrates y los «escritos» socráticos.

–La «ruptura» que es con respecto al curso que el diálogo ha seguido hasta ahí ha de relacionarse con la «quiebra» que produce el «centro» del diálogo, el discurso de Sócrates contando las palabras de Diotima. Este discurso es un lógos socrático, también. Es preciso aplicar a este discurso, no menos que a la noción de diálogo, las palabras de Alcibiades sobre los lógoi sokratikoí.

–Algunas imágenes que aparecen son negativamente especulares con respecto a la situación de Alcibiades: la «música» socrática, que contrasta con el «jolgorio» de Alcibiades, la no-ebriedad socrática, etc. Hay que ver qué tiene esto que ver con la figura «amante» / «amado» y su aparente inversión en la anécdota de la «trampa» de Alcibiades.

–M. Narcy («Socrate nel discurso di Alcibiade») señala que hay, al menos, dos comparaciones importantes en el «elogio», la de Sócrates como sileno y la de Sócrates como Marsias el sátiro. La imagen del sileno señala una distancia «interna» a la presencia de Sócrates que es interpretada por Alcibiades como la yuxtaposición de dos «planos», digamos «apariencia» y «realidad», englobantes bajo la actitud de «ironía».

–La comparación con Marsias va de la mano de que sus lógoi son como las melodias del sátiro y que la actitud socrática comporta cierta hýbris. Narcy lee aquí cierta prolepsis, en el sentido de que Marsias es un hybristés al enfrentarse a Apolo, que termina despellejándole, y Sócrates realiza su labor de servicio al dios, tal como explica en la Apología, al tratar de refutar el oráculo, con las consecuencias que todos sabemos.

–¿Cómo ha de tomarse el «elogio»? Alcibiades señala que se ha tornado «reproche». Narcy dice que Alcibiades presenta una figura de Sócrates que no se corresponde con la que aparece en los diálogos –aunque sí estaría en Jenofonte, por lo que resultaría ser una determinada «interpretación» del «maestro» que Platón estaría intentando combatir–, aunque apoya mucho su lectura en el carácter rechazable de la figura de Alcibiades.

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Bibliografía para el “elogio de Sócrates” de Alcibíades en El Banquete, 8-3-2011.

 

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