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Narración y nivel narrativo (consideraciones formales acerca de los diálogos de Platón, 2)

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A su vez, hay narración cuando se cumple el acto comunicativo de relatar la sucesión de distintos eventos y situaciones, una de las cuales, como he señalado, puede ser un diálogo (lo que produce un dialogo incrustado). La narración es un acto comunicativo y, como tal, supone un agente emisor, el narrador, y un receptor, el narratario; a lo narrado, tal y como está narrado, lo llamaré, siguiendo a Genette, “relato” (récit), en cuanto distinto del contenido narrativo abstracto o historia (historie)[1]. La relación narrador-narratario es unidireccional e irreversible, durante la misma narración los roles de emisor y receptor son fijos. Ahora bien, esta relación no debe ser pensada como si al emisor le correspondiese toda la función activa en el relato mientras que el receptor se limita a adoptar un rol completamente pasivo. La narración se halla mediada por la perspectiva a la que el narrador somete lo narrado y por la anticipación de la comprensión del narratario que realiza, sea con vistas al entendimiento mutuo, sea con vistas al engaño u otra estrategia comunicativa[2]. Simplificando mucho, llamaré “focalización” a la mediación producida por la distribución y presentación de la información narrativa y las estrategias retórico-pragmáticas con vistas a la imagen virtual del narratario (“espectador implícito”)[3]. Esta influencia de ambos polos en la disposición del relato es la razón de que la variación de narrador o narratario implique un acto narrativo distinto. De hecho, como actos que son, varias narraciones pueden yuxtaponerse en la misma situación. Los ejemplos antes señalados del Eutidemo sirven también para ilustrar este punto, ya que tanto el diálogo entre Sócrates y los gemelos como el de Critón con el personaje anónimo son narrados sucesivamente, en el mismo nivel dialógico de Sócrates y Critón (y, dicho sea de paso, ambos incluyen distintos modos de “enfocar” los mismos eventos)[4].

La fijación estricta de papeles hace que la flexibilidad narrativa sea limitada: la asimetría básica de narrador y narratario es insuperable en cuanto tal, sin poner en juego un nuevo acto narrativo. Sin embargo, hay una manera de hacer aparecer un nuevo narrador dentro de la misma narración sin romper la unidad del acto narrativo: el recurso a las narraciones incrustadas (embedded narratives). Una narración incrustada supone un narrador intradiegético, esto es, involucrado en el relato de la narración primaria dentro del cual se relata esa nueva narración. Se dirá entonces que esa narración se halla en un nivel narrativo (NN) distinto que el de la primera[5]. Salvo en casos de “metalepsis” (“ruptura de marco”), es decir, como norma general, el narrador es siempre “externo” al nivel narrativo del relato, incluso en los “relatos en primera persona” que simplemente disimulan por medio de la coincidencia material el nivel siempre extradiegético del narrador en cuanto narrador. Por lo tanto, en función de dicha extradiégesis, cada acto narrativo instaura un nivel narrativo distinto de aquel en el que se encuentra el narrador[6]. En una narración “simple” o “primaria”, el narrador se halla en un nivel narrativo 0 (NN0), frente a su relato, que está en el nivel narrativo 1 (NN1); en el caso de una narración incrustada en NN1, su narrador se encuentra en NN1 mientras que su relato constituye un nuevo nivel narrativo relativo a NN1 (= NN2); y así sucesivamente. De este modo, cada nuevo nivel narrativo implica un nuevo narrador (y un nuevo narratario), de ahí que puedan estructurarse los niveles narrativos como cadenas parentéticas de narradores: X( Y( Z(etc.)) = X dijo que Y dijo que Z dijo que… La posibilidad de yuxtaponer narraciones implica, a su vez, que dentro de un mismo nivel narrativo pueden darse varias narraciones sucesivas, que se estructurarán en relación al nivel narrativo en que se encontrasen. Así, por ejemplo, en el Banquete, la narración socrática del diálogo con Diotima y el elogio de Sócrates por parte de Alcibiades instauran cada uno un nuevo nivel narrativo dentro de la narración global de Aristodemo (narración de Aristodemo = NN1; diálogo Sócrates-Diotima = NN2a; elogio de Sócrates por Alcibiades = NN2b)[7].

[1] Sobre estos conceptos, véase G. Genette, Figuras III, Barcelona, 1989, pp. 81-87.

[2] Sobre la “mediación narrativa”, véase F. K. Stanzel, A theory of narrative, Cambridge, 1984, pp. 4-21.

[3] Véase M. Bal, Narratologie. Essais sur la signification narrative dans quatre romans modernes, Paris, 1977, p. 33. Sería preciso distinguir de un modo nítido entre la figura del “narrador” y la del “focalizador”, deslindando las funciones de uno y otro (entre otras cosas, al narrador le correspondería la estrategia narrativa y al focalizador la organización informativa); esta versión “simplificada” que aquí se presenta, sin embargo, bastará para los fines de este artículo. Debido a esta simplificación usaré siempre la palabra “focalización” (y derivados) entrecomillada. Soy consciente de que esta versión simplificada comete el “pecado pre-genettiano” de no distinguir focalizador y narrador (o “modo” y “voz”); sin embargo, para el caso platónico que aquí nos ocupa no es, al menos en primera instancia, necesario tal nivel de precisión. Mieke Bal es quien más ha insistido en una noción autónoma de “focalización” y de “focalizador”. Véase también J. A. García Landa, Acción, relato, discurso. Estructura de la ficción literaria, Salamanca, 1998, pp. 184-207; P. Vitoux, “Le jeu de la focalisation”, Poétique 51, 1982, pp. 359-368.

[4] Véase K. A. Morgan, “Plato”, en Narrators, Narratees, and Narratives in Ancient Greek Literature. Studies in Ancient Greek Narrative, Volume One, I. J. F. de Jong, R. Nünlist & A. Bowie (eds.), Leiden-Boston, 2004, p. 368.

[5] Sobre la noción de “nivel narrativo”, véase J. A. García Landa, 1998, p. 301-304.

[6] Véase G. Genette, 1989, p. 284.

[7] Esta estructuración del Banquete sólo se realiza a título de ejemplo; una investigación seria de los niveles narrativos de ese diálogo debería exponer exhaustivamente la compleja cadena narrativa en la que se encuentra presentado, así como tomar partido en la cuestión de asumir los discursos de los participantes como narraciones o no. Lo primero alteraría el número de esta provisional organización de niveles, lo segundo las letras. Con respecto a la indicación de niveles he creído útil, sobre todo por la posibilidad de estructuras narrativas complejas, la introducción de números y letras, para relaciones verticales y horizontales respectivamente. En todo caso, téngase presente que el llamado NN0 representa el nivel narrativo “extradiegético” de Genette, el NN1 el nivel “diegético” o “intradiegético” y el NN2 el “metadiegético” (sobre los problemas de esta denominación, véase M. Bal, «Notes on narrative embedding”, Poetics Today 2:2, 1981, pp. 41-42 y 53-59). Esta categorización de Genette es útil para el análisis específico de cada acto narrativo, pero complica la presentación de una cadena narrativa (a partir de NN2 habría que reduplicar el “meta-”); el recurso de la enumeración, sin embargo, permite exponer más claramente una multiplicidad de actos narrativos relacionados.

 

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Las robinsonadas modernas

Extractos de Miguel Morey, El orden de los acontecimientos:

«Según se desprende de todo esto, debería decirse que la época moderna parece reconocer en Robinsón el marco narrativo o paradigma de verosimilitud que permite arropar las verdades positivas de la pedagogía, la economía o la política. Es así situación ideal, con su propuesta del grado cero que representa el solitario en su isla, para que las verdades positivas de lo que son las cosas se encuentren legitimadas narrativamente por la determinación última del sentido del pasar de las cosas que pasan. Lo que le ocurre a Robinsón en la isla, y el modo como determina eso que le ocurre, serán así ocasión para que las verdades positivas se traben de tal modo como para constituir una unidad de funcionamiento que sature el todo de la realidad. Y si ello es posible, se debe al modo encubierto como el relato de Defoe es relato — por su pretendido carácter aliterario: lo que Robinsón finge presentarnos, no es el despliegue de una conciencia empírica intentando determinar el qué de lo que ocurre o el sentido del problema que el pasar de las cosas que pasan en la isla le impone, sino los protocolos del sentido común tratando de reducir a hechos y acciones todos los acontecimientos que le rodean; tratando de responder a un problema ya determinado y de una vez por todas. Si Robinsón puede ser modelo es por el modo oculto como el saber narrativo se despliega en él a través de una voz blanca, por el modo como parece que no presenta más fabula que la obvia: la del sentido común — por el modo como el héroe se nos presenta en la situación de saturar toda su conciencia por el sentido común. Al colocar a Robinsón Crusoe en su aislada soledad, Defoe está sentando el «érase una vez…», el lugar originario de sentido que dará máximo valor a los trabajos de reducción positiva de todo acontecer al funcionamiento de la verdad de los hechos. Henos aquí, pues, ante otra dirección completamente distinta del saber narrativo: de cómo los saberes positivos se convirtieron en fábula».
(pp. 105-106)

«Las cosas que pasan tiene siempre un único e inequívoco sentido que es imposible ni soñar en cuestionar o desplazar: es la verdad de su funcionamiento. Nada hay pues que tenga que ver con el asunto del pensar. Reducir el pasar de las cosas a hechos y responder mediante acciones a la medida de estos hechos será así toda su tarea. Que las cosas que le ocurren le ocurren precisamente porque ser las cuenta como se las cuenta, es algo que Robinsón no alcanza a sospechar. Es evidente que las cosas son, y que son independientemente de cómo se las cuenta — y si se las cuenta de este modo y no de cualquier otro es porque son así. Todo el lugar de la conciencia empírica va a ser ocupado por el sentido común — y lo que la robinsonada nos va a mostrar es qué horizonte de sentido se despliega cuando las verdades del sentido común pretenden articular narrativamente la trama de la conciencia empírica: el paradigma obcecado que forman la verdad de los hechos y su globalización en una unidad de funcionamiento que pretende hacerse pasar por el todo del sentido.
»Y es por ello que la aventura de Robinsón es mucho menos obvia, natural o razonable de lo que pretende — mucho menos ejemplar de lo que se cree. Y ello desde el principio mismo: desde el diseño inicial de la situación del solitario en su isla. Porque si bien el grado cero desde el que se levanta la aventura civilizadora de Robinsón parece dotar al mito de un fecundo valor modélico, sin embargo tal vez no hayamos reparado suficientemente en que pocas situaciones hay que menos puedan proponerse como modelo moral, económico, social o pedagógico que la del solitario en su isla. ¿En virtud de qué presupuesto la situación del náufrago en su isla puede llegar a ofrecérsenos como modelo de sociabilidad — por ejemplo?
(…)
»Deberíamos, en definitiva, volver sobre nuestros pasos e interrogar el sentido de lo que el mito de Robinsón nos propone. Preguntarnos si de verdad las aventuras de Robinsón en su isla son, como repetidamente se ha pretendido, una exacta manifestación de lucidez y sentido práctico. Si de verdad lo que nos cuenta es tan obvio, tan natural, tan razonable. Preguntarnos, en definitiva, por esa curiosa soberanía que Robinsón representa: donde el destierro se transfigura en propiedad, la libertad se piensa como aislamiento, y la sociedad de hombres libres se piensa como un agregado de hombres solos — en donde no es posible pensar la existencia sino como trabajo. ¿Son ésas las promesas del sentido común cuando se hace cargo de la cuestión del sentido de nuestra existencia?
»Deberíamos, en fin, cuestionar esa soberanía sometida que, de tan confusa como es, hace exclamar al propio Robinsón: «…el 6 de noviembre, en el sexto año de mi reinado, o de mi cautiverio, como se quiera…»»
(pp. 112-114)

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Publicado por en diciembre 25, 2013 en Materiales, Modernidades

 

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Movimientos narrativos en el texto narrativo

Valga la redundancia, claro.

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Publicado por en enero 30, 2012 en Materiales, Narratología

 

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Herodoto como narrador (Benjamin)

«Lesskow se remitió a la escuela de los antiguos. El primer narrador de los griegos fue Herodoto. En el capítulo catorce del tercer libro de sus Historias, hay un relato del que mucho puede aprenderse. Trata de Psamenito. Cuando Psamenito, rey de los egipcios, fue derrotado por el rey persa Cambises, este último se propuso humillarlo. Dio orden de colocar a Psamenito en la calle por donde debía pasar la marcha triunfal de los persas. Además dispuso que el prisionero vea a su hija pasar como criada, con el cántaro, camino a la fuente. Mientras que todos los egipcios se dolían y lamentaban ante tal espectáculo, Psamenito se mantenía aislado, callado e inmóvil, los ojos dirigidos al suelo. Y tampoco se inmutó al ver pasar a su hijo con el desfile que lo llevaba a su ejecución. Pero cuando luego reconoció entre los prisioneros a uno de sus criados, un hombre viejo y empobrecido, sólo entonces comenzó a golpearse la cabeza con los puños y a mostrar todos los signos de la más profunda pena.
»Esta historia permite recapitular sobre la condición de verdadera narración. La información cobra su recompensa exclusivamente en el instante en que es nueva. Sólo vive en ese instante, debe entregarse totalmente a él, y en él manifestarse. No así la narración pues no se agota. Mantiene sus fuerzas acumuladas, y es capaz de desplegarse pasado mucho tiempo. Es así que Montaigne volvio a la historia del rey egipcio, preguntándose: ¿Por qué sólo comienza a lamentarse al divisar al criado? Y el mismo Montaigne responde: «Porque estando tan saturado de pena, sólo requería el más mínimo agregado para derribar las presas que la contenía». Eso según Montaigne. Pero asimismo podría decirse: «No es el destino de los personajes de la realeza lo que conmueve al rey, por ser el suyo propio». O bien: «Mucho de lo que nos conmueve en el escenario no nos conmueve en la vida; para el rey este criado no es más que un actor». O aún: «El gran dolor se acumula y sólo irrumpe al relajarnos. La visión de ese criado significó la relajación». Herodoto no explica nada. Su informe es absolutamente seco. Por ello, esta historia aún está en condiciones de provocar sorpresa y reflexión. Se asemeja a las semillas de grano que, encerradas en las milenarias cámaras impermeables al aire de las pirámides, conservaron su capacidad germinativa hasta nuestros días».

W. Benjamin, «El narrador», en id., Para una crítica de la violencia y otros ensayos, Taurus, pp.117-118.

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Heródoto y la invención de la prosa, 03-06-2011
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