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Heródoto y la invención de la prosa.

03 Jun

Extraigo y traduzco, un poco a vuelapluma, de Simon Goldhill, The Invention of Prose, Oxford UP, 2002 (la paginación la pongo al final del tramo citado):

(Heródoto y la épica:)
«Su propósito [el de la Historia de Heródoto] es expresado, en primer lugar, en términos muy generales: «que las hazañas humanas no se pierdan en el tiempo»; y en una claúsula paralela, con mayor precisión: «que los grandes y extraordinarios hechos exhibidos por los griegos y los bárbaros no queden sin fama duradera». La pretensión de la historia es recordar y celebrar los trabajos del hombre. La «exhibición» de Heródoto es de los hechos «exhibidos» por los hombres. Por un lado, esto claramente se hace eco de las demandas de la poesía épica: el propósito de Aquiles en la lucha es ganar fama eterna [kleos aphthiton]; él mismo canta fuera de su tienda sobre la fama de los hombres, y la Iliada, cada vez que se lee, es la presentación de la fama de Aquiles. La Historia de Heródoto trata de prevenir que los grandes hechos de los hombres se queden «sin fama duradera» [aklea]. Él está asumiendo la raison d’être épica, especialmente aquí, en el contexto de los grandes hechos de la guerra. Por otro lado, su enfoque humano es señaladamente diferente del marco de Homero. No sólo son hechos de la historia las acciones grandes y asombrosas de los hombres («grandes y extraordinarios» es un estímulo obvio para que el lector siga leyendo y se asombre), sino también los humanos son especificados como «griegos y bárbaros» –cuya diferencia tendrá que explicar el trabajo de la historia. En Homero, los troyanos hablan griego, tienen los mismos dioses que los griegos, las mismas costumbres y valores: la guerra no es un choque de culturas. Heródoto definirá la guerra como una lucha relativa a la identidad cultural. Finalmente, al terminar esta primera sentencia [del libro de Heródoto], él especifica su tema principal: «la razón [aitiê] que les llevó a guerrear los unos con otros». La palabra-cliché aitiê, «causa», «razón», vuelve la cabeza a la historiês: la indagación es investigar las causas y no meramente los sucesos de la guerra. «¿Quién empezó el conflicto?», pregunta Homero al comienzo de la Iliada. y responde inmediatamente: «El hijo de Leto, Apolo». De igual manera, cuando Helena aparece en los muros de Troya, Priamo comenta: «No te hago responsable [aitiê]; los dioses son los responsables [aitioi] de la guerra». Esta forma de explicación podría oirse detrás de la aproximación de Heródoto –pero es un modelo que él rechaza en nombre de la actuación humana y la complejidad de múltiples causas –culturales, políticas, intelectuales. Allí donde Homero pregunta y responde la cuestión de la causa con una rápida solución divina, Heródoto mantiene la causalidad como el problema fundacional de la historia». (pp 12-13)

(Heródoto y el ser griego:)
«De hecho, Heródoto recorre el Mediterraneo trazando las variables de diferencias culturales. Estas pueden ser exploradas con un humor descarado y sorprendente («Los lidios tienen costumbres similares a los griegos –salvo que prostituyen a sus hijas»); con detalles imprevistos, pero nunca casuales («Se dice que los atlantes no comen seres vivos y que nunca sueñan»); o con historias más extensas e investigación crítica. Cada elemento contribuye a la comprensión y evaluación de normas culturales. Las imágenes positivas y negativas construyen un caleidoscopio –un diseño móvil de espejos– en el que la helenidad es vista y reflejada críticamente. Los límites de lo normal no son tanto afirmados como explorados a través de variaciones y variaciones de nomos (costumbre/convención/ley). Lo que quiere decir que ser griego en vez de persa constituye una cuestión, una investigación, más que una afirmación triunfal. Es habitual llamar «digresiones» a estas descripciones antropológicas y geográficas –y Heródoto mismo señala explícitamente que no son una parte evidente de la narrativa de la guerra. Pero ellas juegan un papel absolutamente integrante en la aitía de la guerra –la explicación de cómo las culturas griega y persa llegaron a enfrentarse». (pp. 18-19)

(Heródoto y el mundo:)
«Heródoto produce una serie de comentarios autoriales sobre el estatuto de estos hechos [narrados en su Historia]. Algunos son presentados como nuda información, otros son ofrecidos como la evidencia de lo que Heródoto ha visto por sí mismo; algunos son presentados como las historias de los egipcios, a veces con la corroboración de fuentes griegas o de otro tipo, otras veces discutidas con una incredulidad apenas ocultada. Hay dos implicaciones particularmente relevantes de esto. Por un lado, la descripción del mundo está constantemente enmarcada como el producto de la investigación, duda y juicio humanos. La omnisciencia incontestable de un Homero guiado por la Musa es reemplazada por un narrador que es un observador luchando por la autoridad, juzgando, estimando y comunicando lo que ha oido de otros hombres, marcado por la dudosa autoridad del rumor, reforzado por la autoridad del testigo. Por otro lado, Heródoto representa un mundo natural que está abierto a –e incluso requiere de– una tal percepción analítica, si es que ha de ser propiamente entendido. El mundo necesita análisis para que su estructura sea articulada comprehensivamente. La representación de Heródoto de las maravillas del mundo es así ciencia en acción». (p. 22)

(Heródoto retórico:)
«La voz del autor como una presencia personal que evalúa y examina está constentemente presentándose en la Historia. Él entreteje su estilo narrativo simple y su pretensión de contar solamente las historias que él escucha con sus argumentos críticos y su evidente polémica intelectual. Esto quiere decir que incluso el rechazo explícito de evaluación se vuelve parte de la retórica de autorización. La renuncia del autor a juzgar se vuelve un señuelo para que el lector adopte una posición crítica, para que entre en el proceso de la historiê. De este modo, las vacilaciones y las reservas acerca de la verdad, exactitud y plausibilidad refuerzan su seguridad en otros lugares. Las limitaciones autoreconocidas de su conocimiento son por tanto dispositivos para enmarcar y sostener las declaraciones efectivas. Heródoto está profundamente interesado en ser persuasivo –y sabe bien que una pequeña inseguridad, una muestra de prudencia, un abandono de una auto-aseveración arrogante, son parte del armamento de convencer a una audiencia». (p. 28)

Próximo capítulo: Tucídides.

Anteriores post relacionados:
Bibliografía sobre la noción de «prosa», 9-04-2011.
La «historía» y la historia de los géneros, 13-04-2011.

 

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Una respuesta a “Heródoto y la invención de la prosa.

  1. JoseAngel

    diciembre 23, 2011 at 8:35 pm

    Comienza, pues, ya desde Heródoto la historia como crítica (a pesar de las muchas fábulas que incluye); me ha hecho pensar en el ensayo de Oscar Wilde «The Rise of Historical Criticism», http://www.ucc.ie/celt/published/E800003-001/ —donde se presenta a Heródoto como el punto más bajo de consciencia crítica, y Polibio el más alto. Pero cada crítico está, como cada científico, a hombros de gigantes.

     

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