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Aporías de la representación política

21 Ago

Sirva este texto para afrontar tesis tales como las que se pueden escuchar dentro del movimiento colectivo del 15-M y, en concreto, por parte de Democracia Real Ya, con respecto a la conversión de los políticos en «gestores». Por un lado, obviamente, con ello se suprimirían los inconvenientes de una clase política superpuesta a la población y que, como ha ocurrido, parece reproducirse de manera endógena, sin mayor preocupación de cara a sus representados que obtener de cualquier manera sus votos. Pero, por otro lado, la solución «gestora», es decir, la solución que consiste en reducir el papel de los políticos a un mero trámite, a mediadores entre su programa y los votantes conlleva una serie de paradojas no menos inquietantes que la situación actual y que conciernen a la entidad de la esfera política como campo autónomo de acción y discusión. La solución arendtiana al dilema, por lo que me ha parecido, sería algo así como una articulación entre el sistema representativo y el sistema asambleario: el último para aquellas materias políticas que han de decidirse por medio de la acción, el primero, para aquellas que dependen más de la administración. En todo caso, la paradoja inherente al sistema representativo está ahí, y no es nada fácil de eludir.

«Las citas anteriores nos muestran en pocas palabras que todo el problema de la representación, uno de los temas más fundamentales e inquietantes de la política moderna a partir de la época de las revoluciones, supone en realidad la necesidad de decidir previamente acerca de la propia dignidad de la esfera política. La alternativa tradicional entre la representación como un simple sustituto de la acción directa del pueblo, y la representación como un gobierno de los representantes del pueblo sobre el pueblo, controlado popularmente, constituye un dilema insoluble. Si los representantes electos están tan vinculados a las instrucciones recibidas que su reunión sólo tiene por objeto ejecutar la voluntad de sus señores, no les queda otra alternativa que considerarse recaderos de excepción o expertos a sueldo que, a semejanza de los abogados, son especialistas en representar los intereses de sus clientes. En ambos casos se da por supuesto que la función del electorado es más urgente e importante que la suya; son agentes pagados por el pueblo, el cual, por la razón que sea, no puede o no quiere ocuparse de los asuntos públicos. Si, por el contrario, se concibe a los representantes como gobernantes, designados por un determinado periodo de tiempo, de sus electores –no hay gobierno representativo en sentido estricto si no hay rotación en el oficio– la representación significa que los votantes renuncian a su propio poder, aunque sea voluntariamente, y el antiguo adagio «todo el poder reside en el pueblo» es sólo cierto durante el día de la elección. En el primer caso, el gobierno ha degenerado en simple administración, la esfera pública se ha esfumado; no queda espacio alguno, sea para contemplar y ser contemplado en actividad, el spectemur agendo de John Adams, sea para la discusión y la decisión, el orgullo de ser «partícipe en el gobierno», según la expresión de Jefferson; los asuntos políticos son aquellos que dicta la necesidad y que deben ser decididos por expertos, sin que estén abiertos a las opiniones ni a una decisión libre; no existe, por ello, necesidad alguna de «intermediario de un cuerpo elegido de ciudadanos» de que habla Madison, a través del cual pasen las opiniones y se depuren en ideas públicas. En el segundo caso, no tan alejado de la realidad, la distinción secular entre gobernante y gobernado que la Revolución se había propuesto abolir mediante el establecimiento de una república se afirma de nuevo; una vez más el pueblo no es admitido a la esfera pública, una vez más la función gubernamental se ha convertido en el privilegio de unos pocos, únicos que pueden «ejercer [sus] virtuosas disposiciones» (como Jefferson llamaba todavía al talento político del hombre). El resultado es que el pueblo debe sucumbir al «letargo, precursor de la muerte para la libertad pública», o «preservar el espíritu de resistencia» (frente a cualquier tipo de gobierno que haya elegido, ya que el único poder que conserva es el «poder de reserva de la revolución»)»

H. Arendt, Sobre la revolución, Alianza, p. 327-328.

El siguiente texto incide en la crítica al sistema representativo, en tanto que aisla al pueblo de la vida política y reduce su existencia a la esfera privada. De nuevo, la solución que Arendt propondría sería el asamblearismo.

«Lo más que puede esperar el ciudadano [en el sistema bipartidista] es ser «representado»; ahora bien, la única cosa que puede ser representada y delegada es el interés o el bienestar de los constituyentes, pero no sus acciones ni sus opiniones. En este sistema son indiscernibles las opiniones de los hombres, por la sencilla razón de que no existen. Las opiniones se forman en un proceso de discusión abierta y de debate público, y donde no existe oportunidad para la formación de las opiniones, pueden existir estados de ánimo –estados de ánimo de las masas y también de los individuos, no siendo estos menos veleidosos e indignos de confianza que las primeras–, pero no opiniones. Por eso, lo mejor que pueden hacer los representantes es actuar como actuarían sus constituyentes por sí mismos si tuvieran oportunidad de hacerlo. No ocurre lo mismo con lo que atañe al interés y al bienestar, los cuales pueden ser determinados de modo objetivo, y donde la necesidad de acción y decisión surge de los diversos conflictos existentes entre los grupos de intereses. Los votantes, a través de los grupos de presión, lobbies y otros intermediarios, pueden influir sobre las acciones de sus representantes por lo que respecta al interés, es decir, pueden forzar a sus representantes a ejecutar sus deseos a costa de los deseos e intereses de otros grupos de votantes. En todos estos casos, el votante actúa movido por el interés de su vida y bienestar privados, y el residuo de poder que se reserva se asemeja más a la coerción vergonzante con que el chantajista exige la obediencia de su víctima que al poder que resulta de la acción y la deliberación colectivas. Sea como fuere, el pueblo, en general, y los científicos de la política, en particular, han tendido a creer que los partidos, debido a que monopolizan las candidaturas, no pueden ser considerados como órganos populares, sino que, por el contrario, son instrumentos muy eficaces para cercenar y controlar el poder del pueblo. El gobierno representativo se ha convertido en la práctica en gobierno oligárquico, aunque no en el sentido clásico de gobierno de los pocos en su propio interés; lo que ahora llamamos democracia es una forma de gobierno donde los pocos gobiernan en interés de la mayoría, o, al menos, así se supone. El gobierno es democrático porque sus objetivos principales son el bienestar popular y la felicidad privada; pero puede llamársele oligárquico en el sentido de que la felicidad pública y la libertad pública se han convertido de nuevo en el privilegio de unos pocos».

H. Arendt, Sobre la revolución, Alianza, p. 372-373.

Anteriores post relacionados:
República y asamblearismo, I, 18-08-2011.

 
10 comentarios

Publicado por en agosto 21, 2011 en Materiales, Modernidades

 

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10 Respuestas a “Aporías de la representación política

  1. Iván

    agosto 22, 2011 at 3:51 pm

    Bueno, sobre la acción y discursión en los parlamentos, me gustaría que recordases ciertas cosas de Schmitt.

     
    • Lucas Díaz

      agosto 22, 2011 at 7:41 pm

      Es buena idea, a ver si recojo los apuntes que tengo y los sintetizo en un textito.

       
  2. Iván

    agosto 22, 2011 at 4:15 pm

    Por cierto, para este asunto de republica y asamblearismo, podemos seguir tirando de H. Arendt. Por ejemplo: parece que puede pensarse la diferencia entre un movimiento como el de los indignados, en el que la costitución de asambleas (y no el mero debate) es irrenunciable, y distintos movimientos de protesta. H. Arendt sostiene que la diferencia entre la revolución francesa y la americana arraiga en el estado en que quedo Francia tras la revuelta del parlamento contra el Rey, y la que quedo en las colonias tras su revuelta contra el parlamento y el Rey ingleses: Francia quedo sin estructura política alguna, es decir, quedo la nation, le peupleu, una masa inarticulada de individuos (aislados si, pero no a la manera de las hipótesis filosóficas, aislados porque no articularon su existencia en torno a discusiones sino a una repetición de sentimientos y necesidades, con lo cual no produjeron poder, sino una violencia incontenible), mientras que las colonias se quedaron sin gobernantes pero con «cuerpos politicos» bien articulados entre sí. Pues bien, creo que la constitución de los indignados en asambleas tiende a la fundación de «cuerpos politicos» en los cuales las discusiones medien las decisiones y pueda brotar de ellos acción. Digamos que los indignados se encuentran en un «periodo colonial». Lo cual no es tan exagerado, si pensamos que el Capital y su Democracia han convertido a los distintos Estados- Nación en desiertos politicamente hablando (partidos y sindicatos, las formas tradicionales de agrupación politica han perdido su «credibilidad», es decir, su autoridad). Y junto a este movimiento que pretende colonizar un desierto politico surgen otros movimientos de mera «protesta», y que adquieren la forma que corresponde al surgimiento de la masa: la nuda e irresistible violencia. Quiza esto ayude a entender por que los raperos franceses nunca nos dijeron lo que querían, no podían decir nada.

     
    • Lucas Díaz

      agosto 22, 2011 at 7:45 pm

      Esta dirección del texto sirve para aquellos que consideran como «provisional» el asamblearismo, en vías a realizar ciertas reformas y hala, santas pascuas. Un problema sin embargo es que en el caso que sacas del colonialismo americano, Arendt insiste mucho en la abundancia de riqueza material, frente a la «necesidad» francesa, y eso no depende de (o al menos no dependía en el análisis de Arendt) de condiciones políticas. ¿Cómo pensamos esto?

       
      • Iván

        agosto 25, 2011 at 3:53 pm

        Hombre, lo de que nos encontramos en un «periodo colonial» era una forma muy laxa de hablar, no se si habré que seguir forzando la comparación, y menos en el camino de la «abundancia material». Ten en cuenta que hoy no parece posible pensar republicanismo y propiedad, porque estamos todos más más que menos desposeidos. Se trataba sólo de llamar la atención sobre el hecho de que nos encontramos casi en un «estado de naturaleza», como meras masa de individuos, debido a lo efectos destructores del Mercado (en el sentido de un Alba Rico) y por la transformación de las formas tradicionales de vinculación política, partidos y sindicatos, en cuasi empresas. Y frente a este «desierto», entiendo yo, comenzaron a surgir las asambleas como formas de «colonización» política, como formas de vinculación de unos con otros ante los partidos y los sindicatos y en lucha contra el Mercado.

         
  3. Lucas Díaz

    agosto 25, 2011 at 5:04 pm

    No me refería a eso, vamos, o al menos no pensaba referirme a eso. Quería decir que Arendt insiste en la cuestión de la pujanza de la «necesidad» en la deriva de la Revolución Francesa, frente a la independencia con respecto a esa cuestión por parte de los americanos, por aquello de la «abundancia material». Vamos, que hay un factor más ahí para tener en cuenta en esto de las asambleas, lo digo sobre todo porque la situación no es de «abundancia material», precisamente.

     
  4. Iván

    agosto 26, 2011 at 9:56 am

    ¿A quçe te referieres, a que las asambleas surgen en una situación de reajuste del Capitalismo?

     
    • Lucas Díaz

      agosto 30, 2011 at 2:56 pm

      No quería ir en el sentido de cuándo surgen, sino en el de hacía donde van. La cosa, según me ha parecido entender del librillo de Arendt, se juega entre ser impulsado por la necesidad y producir una revolución francesa o no ser acuciado por aquella y poder realizar la fundación de la libertad, como los yankis (aunque los yanquis, se olvidasen de tal y cual cosa). Me refería a eso, no sé si sugiere algo.

       
      • Iván

        septiembre 4, 2011 at 11:41 am

        CReo que lo más importante (es decir, que no creo que la «necesidad» no influya en absoluto) en el libro de Arendt es la existencia de asambleas municipales en las colonias. Cuando cayo el Rey de FRancia, no había articulación alguna del pueblo (tuvo que crearse), cuando se nego la autoridad del parlamento y el rey britanicos, en las colonias existía articulación del pueblo.

         
  5. Iván

    septiembre 4, 2011 at 11:49 am

    Otro texto cojonudo sobre parlamentos y asambleas:
    «El exito espectacular que aguardaba al sistema de partidos y el fracaso no menos espectacular del sistema de consejos se debieron ambos al nacimiento del Estado nacional, que encumbró el uno para aplastar el otro, (…) Hemos terminado por estar tan acostumbrados a concebir la política nacional en función de los partidos, que tendemos a olvidar que el conflicto entre los dos sitemas siempre ha sido en realidad un conflicto entre el Parlamento, la fuente y asiento del poder en el sistema de partidos, y el pueblo, que ha abandonado el poder en manos de sus representantes (…)». p.342.

     

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